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Arquitectos: Tololo Ugarte
- Área: 80 m²
- Año: 2024
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Fotografías:Mauricio Duarte Arratia
Catalejo es una obra de arquitectura que surge de su contexto. Al conocer el terreno por primera vez, era evidente un punto de interés: una especie de oasis de cuatro árboles de más de 300 años. Todo el resto del terreno se presentaba como un potrero muy fértil y sumamente sensible a las estaciones del año. En verano, es un paisaje bastante desértico; sin embargo, en invierno y primavera brotan desde el suelo metros de mal llamada maleza que flanquean la casa y la hacen flotar en un entorno que, a nivel de suelo, es plano, pero en donde la vegetación entrega un irregular e inesperado relieve que muta.
Experimentado esto, pareció ser que la casa debía, en primer lugar, estar suspendida del suelo de tal manera que la hierba creciera a modo de manto verde que potenciara la sensación de flotar en esta suerte de laguna vegetal. Así mismo, fue importante volver al primer punto de interés, que fueron los quillayes y molles añosos, que a diferencia del resto de la vegetación, constituían un paisaje monumental pero inmóvil, de carácter noble y perpetuo, lo que llevó a situar la casa mirando de frente a estas grandes estatuas vivientes y guardando una distancia justa que, junto con la doble altura y el techo abovedado, logró captar el 100% del bosque y llevarlo al interior de los recintos.
La forma circular de la casa permite, en definitiva, que el paisaje se convierta en una extensión de los espacios interiores, generando una sensación de continuidad. Esta decisión arquitectónica sugiere que el entorno natural no sea solo un telón de fondo, sino un elemento activo que redefine la percepción del espacio.
Los materiales han sido seleccionados con un enfoque en la mimesis visual, permitiendo que la arquitectura se fusione con su contexto. Esta elección busca minimizar el impacto visual de la construcción, integrando la obra en el paisaje.
En conjunto, Catalejo no solo es un espacio habitable, sino un experimento arquitectónico que invita a reflexionar sobre la interacción entre el ser humano y la naturaleza. Al traer el paisaje al interior de la casa, se genera un constante diálogo que transforma la experiencia de habitar. Los espacios se convierten en marcos que acotan vistas cambiantes, donde cada ventana se presenta como un lente que enfoca y amplifica el entorno natural, fomentando así una conciencia más profunda sobre el lugar en el que se habita.